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Se golpeó la cabeza… ¡no lo dejes dormir!

Típico. El niño de dos años juega, explora, brinca y grita todo el día. Pero justo antes de su hora de dormir le entra el doble de energía. Es como si le inyectaran adrenalina para luchar contra el sueño. Y justo en ese momento, se tropieza y se golpea la cabeza haciendo un tronido que asusta. Inmediatamente se levanta, llora a todo pulmón, se calma en tus brazos, y unos minutos después quiere dormirse. Entendible, ya es su hora.

¡Pero se golpeó la cabeza! ¡No debe dormirse! ¿O sí?

De una vez vamos aclarando algo: no se trató de un accidente de alto impacto. No fue un choque automovilístico. No se cayó de la azotea o de una bicicleta. Fue un golpe como los que se dan a cada rato los niños, como si ése fuera su trabajo.

Existe la creencia de que si no se deja dormir a una persona después de un traumatismo en la cabeza se evitará que haya complicaciones. No es así. Si un golpe es suficientemente fuerte para producir una lesión o un sangrado cerebral, el querer despertar a la persona no influye en el desenlace. Una persona con una lesión grave puede tener un estado de alerta menor, puede no responder o incluso estar completamente inconsciente. Pero reflexionemos, el daño está dentro del cráneo. El que nosotros queramos mantenerlo despierto no ayuda. En esos casos se requiere una atención médica inmediata y una tomografía.

En el caso de los golpes cotidianos hay ciertos síntomas que debemos vigilar: que se comporte y responda como normalmente, que no haya movimientos anormales, que no vomite varias veces, y que no se encuentre con mucho dolor o sin poderse consolar. Esta vigilancia debe ser durante las siguientes 24 horas. Y en cuanto al sueño, sí se puede dejar dormir al niño y sólo vigilar que sea un sueño normal.

Ante cualquier duda, en vez de deliberar si la persona se puede quedar dormida o no, es mejor atenderse.

El Dr. Giordano Pérez Gaxiola es pediatra. Dirige el Centro Colaborador Cochrane del Hospital Pediátrico de Sinaloa y consulta en Pediátrica. La opinión expresada en este artículo es personal y no necesariamente refleja los puntos de vista del Noroeste o de las instituciones en las que labora. 

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Mitos y realidades Niño sano

¿Qué tan importante es gatear?

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«Si no gatea, le va a ir mal en la escuela»
«Si no gatea, no va a aprender a hablar»
«Si no gatea, va a ser malísimo para los deportes»

¿Qué tan ciertas son esas expresiones? Suenan más como amenazas que como predicciones. Hay teorías y anécdotas de niños que no gatean y les va mal. Pero también hay anécdotas de niños que no gatean y que les va bien.

En más de una ocasión me han hecho esta pregunta mis pacientes, y cada vez que me la hacen me echo un clavado en la literatura científica y llego a la misma conclusión. No hay estudios que demuestren que saltarse el gateo tenga alguna repercusión negativa en el desarrollo de un niño.

Es entendible que un niño con algún síndrome o problema neurológico no gatee, así como probablemente no adquiera otras habilidades motoras. Pero esto no quiere decir que no gatear significa que hay alguna alteración cerebral. Muchos niños completamente sanos se saltan este logro y se lanzan directo a caminar. Si el desarrollo del niño es adecuado, no hay por qué preocuparse. Es simplemente una variante de la normalidad.

Incluso existen tribus en Paraguay, Mali e Indonesia en las que, por sus tradiciones o por razones culturales, los niños se saltan la fase del gateo. Estas sociedades han sido estudiadas y se ha visto que ir directo a caminar no repercute negativamente a los niños.

Forzar el gateo tampoco beneficia. La Academia Americana de Pediatría no recomienda esos ejercicios intensivos, con varias personas, por horas al día, en los que se quiere obligar a los niños a que gateen. La primer guía al respecto fue publicada en 1999, y se ha revisado y reafirmado una (2010) y otra vez (2014).

Así que disfrutemos viendo a los niños jugar y explorar el mundo, arrastrándose, gateando y caminando, siempre vigilando que su desarrollo sea continuo y adecuado.

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Mitos y realidades Nutrición

¿Son seguros los edulcorantes artificiales en los niños?

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¿Está bien que un niño tome una limonada endulzada con Splenda? ¿O con Canderel? ¿O con Stevia?

Esta pregunta, así como muchas en nutrición, levanta opiniones apasionadas. «¡NO, de ninguna manera!» «¡Sí, todo el que quiera!».

Vamos viendo qué dicen los organismos de salud.

  • Healthy Children, página para padres de la Academia Americana de Pediatría: «Todos los edulcorantes no calóricos son seguros para la población en general, incluso las personas con diabetes, mujeres embarazadas y niños. (Nota: el aspartame contiene fenilalanina y no es seguro para personas con una condición hereditaria inusual denominada fenilcetonuria [PKU]).
    No ocasiona ni aumenta el riesgo de cáncer. (Nota: En 2001 los productos que contenían sacarina ya no necesitaron una etiqueta de advertencia; los estudios descubrieron que no había ningún vínculo entre la sacarina y el cáncer de vejiga en los humanos).
    No ocasiona ni aumenta el riesgo de otras condiciones de salud. La dulzura y el sabor varía entre los edulcorantes.»
  • Kids Eat Right, página de la Academia de Nutrición y Dietética: «La seguridad de los edulcorantes artificiales ha sido estudiada por años y, usados en moderación, son perfectamente seguros para los niños.»
  • MedlinePlus, de la Biblioteca Nacional de Medicina en EEUU: «No hay ninguna evidencia clara de que los edulcorantes artificiales que se venden y se emplean en los Estados Unidos estén relacionados con el riesgo de cáncer en los humanos.»
  • Instituto Nacional de Cáncer de EEUU: «No existe evidencia clara que indique que los edulcorantes artificiales disponibles en el mercado de Estados Unidos estén asociados con el riesgo de cáncer en seres humanos.»
  • NHS Choices, del sistema de salud de Inglaterra: «Estudios sobre los edulcorantes han encontrado que no aumentan el riesgo de cáncer». «Grandes estudios han producido fuerte evidencia de que los edulcorantes artificiales son seguros para su consumo».

En mi humilde opinión, podemos estar tranquilos. A pesar de lo que puede decirse de ellos en las redes sociales, los edulcorantes aprobados actualmente, incluyendo el aspartame, la sucralosa (Splenda), y el Stevia, no representan un riesgo para los niños si se consumen con moderación.

Habiendo dicho esto, estos productos ni siquiera deberían ser tema de conversación. Si se toman de vez en cuanto no pasa nada. Pero mejor enfoquemos nuestros esfuerzos a una alimentación sana, variada y balanceada.

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Comparte con cuidado

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Internet es una navaja de dos filos. Por un lado, está disponible prácticamente toda la información existente sobre temas de salud. Por otro, no hay control de calidad. Las redes sociales hacen esto aún más complejo.

Las redes sociales nos atraen porque compartimos y nos comunicamos con amigos, familiares, colegas e incluso desconocidos. Facebook se esfuerza por ofrecerte una experiencia placentera. Cada vez que haces un click en un artículo, das un «Me Gusta», o compartes algo, Facebook aprende y personaliza tus noticias con cosas que te pueden interesar. De cierta manera, filtra todo lo que te puede desagradar, y te deja lo que te puede gustar.

Esta personalización de lo que ves en internet, o particularmente en Facebook, puede tener riesgos.

Vamos ilustrándolo con un ejemplo.

Hace poco estuvo rondando una noticia que decía que el hospital Johns Hopkins, una de las instituciones más reconocidas en el tratamiento del cáncer, había dicho que la quimioterapia era una gran equivocación médica. Al ser un tema controversial, inmediatamente se empezó a compartir por todos lados. Y empezó a tener cientos de «Likes«. Esto hizo que Facebook automáticamente la asignara como un artículo relevante, y por lo tanto le apareció en sus noticias a múltiples usuarios.

La nota era completamente falsa. Johns Hopkins incluso tiene una declaración oficial al respecto.

El gran problema radica en que si un artículo tiene muchos «Me Gusta» o es compartido muchas veces da la impresión de que es algo cierto. Entre mayor el número de anécdotas, mayor la percepción de que algo es real. Esto, en el contexto de un mensaje de salud erróneo es, en una palabra, peligroso.

Entonces, una propuesta simple es:

Comparte Con Cuidado

¿Leíste algo en Facebook y estás tentado en compartirlo? Sigue estos pasos antes de hacerlo:

1. Critica. Si ves un artículo sobre la salud en internet o en alguna red social, léelo críticamente, cuidadosamente. No sólo leas el título. Los títulos tienden a ser atractivos y no siempre captan la realidad. Ten en mente primero si le crees a los autores o a la fuente, si lo que escriben vale la pena y si puede ser aplicable para tu entorno.

2. Comprueba. Sobre todo si es un tema de salud controversial, trata de consultar la fuente original y/o de verificar la información en sitios de organismos nacionales o internacionales.

3. Concluye. Una vez que hayas leído, reflexiona. Saca tus conclusiones. Piensa si estás de acuerdo con lo que leíste o si te parece interesante y por qué.

4. Comparte. Si crees que vale la pena compartir, hazlo, agregando una frase con lo que reflexionaste en el paso tres. Esto expondrá tu punto de vista e invitará a tus amigos a comentar. Vale la pena compartir información confiable, y también compartir cuando descubres información falsa.

 

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¿Es mala la leche de vaca?

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“Dr., ¿es cierto que la leche de vaca es muy mala”
“Dr., ¿es cierto que la leche de almendras es muy buena?”

Estos cuestionamientos han sido bastante frecuentes en los últimos meses, tanto en el consultorio como en las redes sociales. Incluso lo hemos discutido entre colegas. Parece que ha llegado un punto donde el sentimiento es éste: la leche de vaca es lo peor que le ha pasado a la humanidad y la leche de almendras es la mejor invención desde la rueda.

snatchRecuerdo que mi primer encuentro con la conspiración lechera fue en la violenta película Cerdos y Diamantes, donde Tommy le explica a Turkish por qué no debe tomar leche de vaca. «Las vacas se domesticaron hace 8000 años. Antes de eso, andaban corriendo como locas. El sistema digestivo humano no se ha adaptado aún a los productos lácteos», dice Tommy. Es curioso que escogieron al personaje más ingenuo para ese guión. Es obvio que a él no le creemos. ¿Y a un doctor?

Hay un artículo rondando por las redes sociales que enumera 30 razones para no consumir leche de vaca. En una página así se titula, «30 razones para no tomar leche«. En otra, el título es más alarmante, «30 o más razones por las cuales la leche de vaca equivale a veneno de rata«. Ninguna de esas dos páginas está dedicada a temas de salud. Una parece especializada en memes, y la otra en noticias de cualquier tipo. Y lo que resalta a primera vista en las entradas de ambas páginas es que parecen campañas anti-vaca. Con sólo ver las fotos disminuye tu antojo por un vaso de leche.

Luego, al leer los 30 puntos ves que muchos suenan lógicos, y muchos parecen estar basados en ciencia. Pero vamos siendo críticos con lo que leemos.

Screen Shot 2014-01-10 at 11.18.53 AMPrimero, el autor es un Dr. John F. Unruh, de un centro llamado Neurological Rehabilitation International Consultants. ¿Quién es? Al buscarlo como autor en Pubmed, una de las bases de datos más grandes de investigación en salud, aparecen 4 estudios y ninguno es de él. Al «googlearlo» lo encontramos a él y a dicho instituto en una página que probablemente fue actualizada en los 90’s por el diseño del sitio y porque hacen mención de su «reciente» libro. Dicho libro fue publicado en 1994.  Definitivamente no deja buen sabor de boca.

Pero bueno, independientemente de quién sea (debemos dar el beneficio de la duda si no lo conocemos), nos tenemos que fijar en la calidad de lo que argumenta, así que vamos desmenuzando algunos de los 30 puntos a ver qué tal. No repasaremos todos porque sería muy repetitivo.

«La Leche reduce el hierro en los niños pequeños. Es por esto que en 1993, la Academia Nacional de Pediatría de los Estados Unidos publicó un comunicado oficial expresando que en su opinión, ningún niño debería de beber leche animal antes de los 18 meses de edad. De igual manera, contribuye a la carencia de ácidos grasos esenciales y Vitamina E». Esto es simplemente falso. La Academia Americana de Pediatría recomienda en primer lugar lactancia materna, y en segundo fórmulas derivadas de la leche de vaca. Y en niños mayores de 1 año sí recomienda leche de vaca. Recomienda un máximo 2 vasos de leche al día para tener buen aporte de vitamina D y para no disminuir los depósitos de hierro. (Hagan clic en los enlaces para ir a la página de la AAP)

«La leche contiene grandes cantidades de grasa, la cual tapa las arterias incluso de las personas jóvenes». Este enunciado es tendencioso y sacado de contexto. Claro que tiene grasas. El aguacate también tiene grasa, el huevo tiene grasa, la almendra tiene grasa, los chicharrones tienen grasa. No todas las grasas son iguales. Es obvio que si yo como chicharrones 3 veces al día, durante 10 años, y no hago un solo segundo de ejercicio voy a terminar con las arterias tapadas. La leche tiene grasas, y proteínas, y carbohidratos, y vitaminas.

«La leche por si sola o cuando se combina con gluten (presente en los granos) se asocia con el autismo. Cuando se sospecha de alguien que padece el Síndrome de Intestino Permeable, se le recomienda una dieta libre de lácteos y gluten.» Aquí tenemos un enunciado tendencioso, que habla de una asociación y no de una causa, y que intenta extrapolar a personas normales el beneficio que puede tener una persona con una enfermedad específica al tener una dieta específica. Y ojo cuando se habla de asociación. Asociación no es lo mismo que causalidad. Sólo vean esta ilustrativa gráfica donde parecería que el consumo de comida orgánica es causa de autismo, cuando en realidad no es así:

autismoorg copy

 

«Está comprobado que las personas son más propensas a desarrollar acné y arrugas en la piel debido al consumo de hormonas, colesterol y la grasa encontrada en la leche animal». ¿Está comprobado? ¿Quién lo comprobó? ¿Cómo le hizo para comprobarlo? ¿Dónde están publicados estos estudios? Fíjense cómo ni éste ni ninguno de los puntos del artículo tiene una sola referencia o enlace al estudio original. Éste es el común denominador de los 30 puntos.

Aquí el mensaje es detenernos a pensar qué es lo que estamos leyendo. Vean cómo el mismo sitio web tiene una página en contra de la leche y una a favor de la leche. Y podemos hacer el mismo ejercicio cuando leemos sobre las maravillas de algunos alimentos. Es sencillo, simplemente hay que reflexionar y tal vez aprender unos tips.

En cuanto a las leches, todas tienen sus pros y sus contras, incluyendo la de vaca, la de burra, la de camella, la de almendras o la de coco. Hay situaciones en las que puede beneficiar una o la otra. Un niño que toma 8 biberones de 8 onzas de leche de vaca al día está en riesgo de anemia por deficiencia de hierro. Por otro lado, un niño que toma 8 biberones de leche de almendras al día está en riesgo de desnutrición. Todo esto se tiene que individualizar y platicarse con el médico.

 

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Antenas, celulares y cáncer

antena Acaban de poner una antena de telecomunicaciones a un lado de una escuela. De inmediato se prenden las cadenas en las redes sociales. Comienzan las dudas acerca de la seguridad y los posibles efectos secundarios de vivir cerca de una fuente de radiación. Una búsqueda rápida en Google sólo complica las cosas. Si yo ya tengo una inclinación hacia un lado u otro, en internet puedo encontrar lo que apoye mis creencias. Si me suena que las antenas son dañinas, encontraré páginas con anécdotas y estudios al respecto, como Ciudadanos Para Una Tecnología Segura. Si creo que las antenas son seguras, encontraré páginas con estudios que me apoyan, como CEM&Salud. El mismo estudio mencionado en la página en contra de las antenas, es desmenuzado en la página a favor de ellas. Si nos encontramos un estudio de investigación que dice que en Tangamandapio, donde hay una antenota instalada, hay el doble de cáncer que en Parangaricutirimícuaro, donde no hay antena, puede sonar alarmante. Pero el hecho de que se haya hecho un estudio no significa que sus resultados sean verdad. Imagínense que en Tangamandapio haya más fumadores y más gente anciana que en Parangaricutirimícuaro, y que los autores del estudio no hayan tomado en cuenta esto. Pudiera ser que Don Jaimito y su familia tengan más cáncer por ser viejitos y fumadores, y no por vivir a un lado de una antena. Hay muchas cosas que pueden confundir en los resultados de un estudio. Si fuéramos investigadores, lo que podríamos hacer es una revisión sistemática: buscar por mar y tierra todos los estudios que hablen de lo mismo, en todos los idiomas, analizarlos, criticarlos, depurar los bien hechos de la paja, y sacar conclusiones. Pero como no lo somos, tal vez podemos apoyarnos en organismos que a esto se dedican, como la Colaboración Cochrane, o en organismos sin fines de lucro como la Organización Mundial de la Salud. De hecho, la O.M.S. tiene un comunicado referente a los campos electromagnéticos que emiten las antenas de telefonía celular. Otros organismos independientes, sin fines de lucro, dedicados a la investigación del cáncer tienen mensajes similares tanto para antenas como para el mismo teléfono celular. Dentro de los más imparciales que conozco están:

Y el reporte más completo que he encontrado, que junta todos los estudios hasta el momento, los analiza, y los critica de una manera transparente, es esta revisión sistemática. Dando un vistazo rápido a todo esto, y tratando de ser imparcial, mi impresión es que todo apunta a que el riesgo de cáncer por exponerse a estas antenas, bajo las regulaciones internacionales, es mínimo o inexistente. Pero como todo en la ciencia y en la medicina, esto sigue progresando. Cada vez usamos más ondas electromagnéticas y sigue estudiando su seguridad y sus posibles efectos adversos. Por lo pronto y hasta nuevo aviso, me siento tranquilo. Voy a prepararme unas palomitas de maíz en el horno de microondas para después sentarme a ver una película transmitida via WiFi hacia mi televisión, y con el smartphone a mi lado por si me hablan. Todos estos aparatos son fuentes de campos electromagnéticos y/o radiación no ionizante.

 


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Vacunas, ¿valen la pena?

Es curioso cómo una de las mejores estrategias de prevención de enfermedades, la vacunación, siempre ha estado rodeada de miedos, los cuales surgen de mitos y de información incorrecta.

En la caricatura se muestra a Jenner, el médico que descubrió la vacuna para la viruela (que no es lo mismo que varicela), inoculando pacientes. Los pacientes, atemorizados, observan cómo les empiezan a salir protuberancias en forma de vaca.

Las consecuencias de no vacunar las hemos discutido un par de veces (1, 2). Por eso es preocupante ver a familias que toman este tipo de decisiones.

La siguiente presentación aborda 3 puntos:

¿Qué son las vacunas?
¿Qué enfermedades previenen y si vale la pena prevenirlas?
¿Qué riesgos existen, incluyendo la refutada asociación con el autismo?

[vimeo]http://vimeo.com/31267956[/vimeo]