La violencia de una ciudad como la nuestra, de un país como en el que vivimos, no sólo es un tema de seguridad o de economía, sino también de salud pública. Incluso se le podría ver como una enfermedad porque es una de las principales causas de muerte en adolescentes y adultos jóvenes y porque prácticamente es una epidemia. Sus efectos físicos son obvios. Pero también existen consecuencias psicológicas. Y así como la modificación de los estilos de vida como nutrición y ejercicio pueden tener un impacto real en la reducción de la mortalidad de enfermedades cardiacas, también podríamos tener cambios para prevenir la violencia: disminución de la inequidad, de la corrupción, de la impunidad, así como aumento en la calidad de la educación. Pero en el presente, triste e inevitablemente, tarde que temprano, tendremos que lidiar con la trágica e injusta muerte de algún conocido, familiar o amigo cercano.
¿Cómo afecta a los niños el fallecimiento de alguien querido ? El duelo en los pequeños, en términos generales, puede tener las mismas etapas que en los adultos: negación, ira o indiferencia, negociación, depresión y aceptación. Sin embargo, estas etapas varían según el niño y por supuesto según la edad. La habilidad para procesar la situación y para aceptarla depende del entendimiento de que la muerte es irreversible (permanente), es final (el cuerpo ya no funciona ni funcionará), es inevitable (en el sentido de que todos los seres vivos morimos, no en el sentido de prevención de accidentes o violencia), y tiene una causa (edad avanzada, enfermedad, accidente, etc.).
Por ejemplo, los niños menores de dos años no entienden la muerte, pero sienten nuestro dolor. Los niños en edad preescolar pueden pensar que la muerte es algo temporal y debemos explicarles, con cariño pero con palabras claras que no es así, que la persona ya no estará con nosotros pero que siempre tendremos sus recuerdos. Los niños de 6 a 12 años ya entienden la muerte como algo permanente. Pero aún así tendrán muchas interrogantes. Incluso se preguntarán si el fallecimiento fue de alguna manera su culpa. También necesitarán ayuda para poder expresar lo que sienten. Y a cualquier edad siempre nos estarán observando. Si ven que los adultos estamos bien y salimos adelante, esto les ayudará de forma importante.
El duelo toma tiempo. No podemos forzar para que una recuperación sea rápida. Las reacciones varían, pero debemos estar pendientes de señales de alarma en los niños: dificultad para dormir o comer, una pérdida de interés en todas las actividades cotidianas, no querer estar con amigos, no querer ir o tener dificultades severas en la escuela, querer hablar obsesivamente sobre la muerte, o el deseo que morir. Cualquiera de esas situaciones ameritan apoyo profesional.
Al final, la vida sigue mientras esperamos un milagro, que nuestra comunidad cambie.
El Dr. Giordano Pérez Gaxiola es pediatra. Dirige el Centro Colaborador Cochrane del Hospital Pediátrico de Sinaloa y consulta en Pediátrica. La opinión expresada en este artículo es personal y no necesariamente refleja los puntos de vista de las instituciones en las que labora.