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Qué escándalo se hace por un virus común

A ver, a ver, ¿qué está pasando?

Hace unas semanas salió una noticia en un periódico causando alarma por un virus “fatal” y “temido” que estaba provocando epidemias en algunos estados de la república. Hoy sale, en otro periódico, un llamado a la prevención porque, aunque “no se han reportado casos de este virus en nuestro estado”, se quiere evitar que llegue.

Me refiero a un microorganismo cuyo nombre no conocía la gente hasta hace un mes, a pesar que los pediatras sabemos de él desde nuestros primeros contactos con pacientes: el virus Coxsackie.

Este virus pertenece a un grupo llamado enterovirus. Son bichos muy comunes, con diferentes serotipos, y bastante contagiosos especialmente en niños pequeños. Se transmiten fácilmente por contacto directo, por eso el lavado de manos es la única manera de tratar de prevenirlos. Se supone que son más frecuentes en verano, pero en los climas tropicales como el de nuestra localidad se podrían aislar durante todo el año.

Pero más que dar una reseña de su fisiopatología, lo que más quisiera transmitir es que son sumamente inofensivos en la inmensa mayoría de las personas. Incluso sería difícil resumir el espectro de enfermedades que producen porque varía dependiendo del tipo de enterovirus y de la persona a quien infectan. Pueden presentarse simplemente con fiebre, o como una enfermedad que se llama mano-pie-boca (en la que aparecen ampollas en la mano, en los pies y en la boca), u otra que se llama herpangina (en la que aparecen úlceras como las del herpes en las “anginas”), o como simples ronchas en la piel.

Hace más de 10 años hubo una epidemia de más de 300 niños con meningitis por estos virus (incluyendo Coxsackie y Echovirus), quienes fueron atendidos en el Hospital Pediátrico de Sinaloa. Aún en esta rara pero temida versión de la enfermedad a los niños les fue muy bien.

Eso sí, los enterovirus son bastante escandalosos porque muchas veces producen fiebre alta. Y es cierto que, en personas con cáncer, o en recién nacidos, o en otras poblaciones vulnerables, podrían causar complicaciones. Pero eso aplica prácticamente para cualquier infección. No considero prudente el tenor amarillista que se le está dando en las noticias.

Ahora, su diagnóstico rara vez se confirma por laboratorio, primero porque es una enfermedad benigna y segundo porque se necesitan exámenes de laboratorio muy especializados. De aquí a que nos llegaran los resultados, el virus ya siguió su curso y se fue sin dejar secuelas. Y si el tratamiento es simplemente dar medicamentos para confort porque los antibióticos no sirven para los virus, entonces para qué querríamos gastar o hacer gastar a nuestros pacientes con esos exámenes. La única justificación sería hacer alguna investigación epidemiológica.

¿El niño tiene fiebre o ronchas o ampollas? Que se consulte para ver su causa y listo. Dejemos de sembrar terror y mejor mantengamos una continua comunicación entre médicos, pacientes, y reporteros.

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¿El antídoto contra la charlatanería en salud?

¿A cuántas afirmaciones sobre tratamientos te enfrentas a diario? En la TV, Lolita Ayala te recomienda tal suplemento para aumentar tu energía. En Facebook, tu amigo acaba de compartir que tal alimento te protege contra el cáncer. En YouTube, un grupo de personas exhorta a todos a probar una nueva terapia de masajes. En la vida real, la comadre jura que tal ungüento le ha servido para su artritis, aunque el doctor le recomienda mejor tal medicamento.

Poder obtener, procesar, entender y evaluar la validez de información en salud, lo cual se conoce como ‘Alfabetización en salud’, ayuda a las personas a tomar mejores decisiones. Esto cobra aún mayor importancia en países donde los recursos son limitados y las personas no pueden aventurarse a gastar en cualquier tratamiento.

La mayoría de la información de salud que se nos presenta por doquier ofrece instrucciones o afirmaciones, con un poco de teoría del porqué hacerlo. De igual forma, la educación en ciencia o en salud que se imparte en las escuelas se enfoca a memorizar datos y no tanto a fomentar un pensamiento crítico.

Es por eso que el estudio recién publicado en la revista The Lancet es importante. En él se demuestra que en las escuelas se puede enseñar a niños desde los 10 años a evaluar afirmaciones sobre tratamientos mediante una intervención educativa enfocada en 12 conceptos claves que incluyen que las anécdotas no son evidencia confiable, los nuevos o más caros tratamientos no son necesariamente mejores, la importancia de los conflictos de intereses, y la necesidad de tener comparaciones imparciales y justas de tratamientos.

El estudio se realizó en Uganda, donde se dividieron a 120 escuelas y más de 10,000 niños en dos grupos: en unas escuelas se implementó esta herramienta educativa (la cual incluía historietas y ejemplos de la localidad como la idea de que el estiércol de vaca cura las quemaduras). En las otras escuelas, el grupo control, no hubo modificaciones en el currículum.

Al término del ciclo escolar, el 69% de los alumnos de las escuelas con la intervención tuvieron calificaciones aprobatorias para poder evaluar afirmaciones sobre tratamientos, comparado con sólo el 27% de los alumnos de las otras escuelas.

Tanto este estudio como otro sobre podcasts dirigidos a los papás forman parte de un proyecto llamado “Decisiones de salud informadas”, el cual se lleva a cabo en Uganda, Kenia, Ruanda, Noruega, y con quienes estamos colaborando en el Hospital Pediátrico de Sinaloa desde hace más de un año. La idea es unirnos a estos esfuerzos para mejorar el alfabetismo en salud. El primer paso fue traducir y validar los materiales. El siguiente paso es hacer un diagnóstico local y nacional para ver nuestro nivel de comprensión de esos 12 conceptos clave y finalmente implementar las herramientas educativas más apropiadas para nuestra población.

En una era donde Facebook y Google nos atiborran de información sobre tratamientos y sobre la salud en general, estas habilidades son de crucial importancia para tomar mejores decisiones.

El Dr. Giordano Pérez Gaxiola es pediatra. Dirige el Centro Colaborador Cochrane del Hospital Pediátrico de Sinaloa y consulta en Pediátrica. La opinión expresada en este artículo es personal y no necesariamente refleja los puntos de vista de las instituciones en las que labora.

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¿Incentivos monetarios para fomentar la lactancia?

La leche materna es el mejor alimento para los bebés. Eso ya lo sabe el mundo entero. Es lo más natural. Provee anticuerpos, “defensas”, para que los niños tengan menos infecciones. Es una de las formas más efectivas para que la mamá baje de peso después del embarazo. Reduce el riesgo de algunos tipos de cáncer. Y podríamos continuar enumerando beneficios.

Pero a pesar de saberlo, sólo el 30% de los niños en México reciben lactancia materna exclusiva en los primeros 6 meses, según los datos de UNICEF. El porcentaje estaba mucho más bajo en el 2015. Por eso se aplauden las iniciativas y campañas de la Secretaría de Salud y las Asociaciones pro-lactancia tanto de profesionales de la salud como del público en general.

La mayoría de las estrategias para fomentar la lactancia están enfocadas, correctamente, a la educación. Un poco de información puede lograr una lactancia existosa. Sin embargo, algunas pocas personas de sociedades pro-lactancia usan la culpabilidad como arma para forzar a que las mamás den pecho, lo cual puede ser cuestionable.

¿Y si se les diera un incentivo financiero a las mamás?

Eso fue lo que exploró un ensayo clínico publicado este mes en la revista Pediatrics. Investigadores en Puerto Rico dividieron al azar a mamás que iniciaban la lactancia en dos grupos: a uno les dieron un incentivo monetario durante 6 meses además del programa de nutrición regular, y al otro grupo sólo les proveían del programa nutricional. Desde el primer mes se notó la diferencia en los resultados, con el doble de mamás continuando con lactancia materna en el grupo del incentivo. A los 6 meses, el 72% de las mamás del grupo con el incentivo seguía con lactancia exclusiva, en comparación a ninguna mamá en el otro grupo.

Es cierto que el estudio es pequeño (sólo tuvo 36 participantes), pero la asociación entre el apoyo financiero y continuar con lactancia exclusiva fue muy grande.

¿Se podría implementar algo así aquí? Posiblemente sí, aunque valdría la pena un análisis económico con los costos locales, comparando el precio por pagar los incentivos al ahorro en fórmulas lácteas y en consultas por enfermedad las cuales en teoría serían menores. Habiendo dicho esto, el que sea posible no significa que sea culturalmente aceptado, o apropiado, pero definitivamente es interesante discutirlo.

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¿Son venenosas las lichis?

«Mueren niños por comer lichis»

¡¿Qué?!

En mi familia esperamos con ansias el verano para comer dos lujos: los mangos y las lichis. Para las lichis incluso tenemos ritual: debemos comerlas con babero, ropa desechable, o incluso sin camisa, para no manchar las prendas. Es por eso que brincó a mi atención la noticia de que dicha delicia ha sido la causa de muerte de decenas o cientos de niños en la India.

Durante décadas se repetía la tragedia en una región específica de la India. Niños empezaban con convulsiones, coma o llegaban a morir y nadie sabía el porqué. Investigadores encontraron la relación entre el consumo de lichis sin haber comido algo antes y la aparición de la enfermedad, y acaban de publicar sus hallazgos en la revista médica The Lancet.

La lichi contiene una sustancia que se llama hipoglicina. Este químico puede impedirle al cuerpo humano que produzca glucosa. Con ello causa niveles bajos de glucosa en sangre (hipoglicemia), lo cual puede llevar a los síntomas que tuvieron los niños de la India.

¿Quiere decir que ya no podremos disfrutar de estos manjares?

No. No quiere decir eso. Muchas frutas, o sus semillas, hojas o tallos, pueden ser tóxicas cuando se consumen en exceso, o cuando no se limpian, o cuando se comen verdes. Por ejemplo, ¡las semillas de la manzana contienen cianuro! Pero las concentraciones son pequeñas y si te tragas sin querer una o dos semillas no te pasará nada. En el caso en particular de los niños de la India hay otros factores de riesgo como desnutrición, ayuno previo, o incluso podría haber diferencias genéticas que aún no se descubren.

En resumen, sí podemos seguir comiendo lichis, en moderada cantidad, habiendo comido algo antes, cuidando tener una nutrición balanceada, y siempre siguiendo normas de higiene.

Apenas es febrero y ya traigo antojo de estas frutas.

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¿Es seguro comer ostiones?

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Siempre me he querido imaginar a la primer persona que se comió un ostión porque, tenemos que ser francos, a primera vista, tienen un aspecto no muy agraciado. ¿Cuánta hambre tendría quien lo ingirió por primera vez? Me imagino que estaba famélico, vio a algún animal abriendo una piedra y comiéndose lo de adentro, y se aventuró. Y siendo franco también, debo decir que a mí me encantan.

Hoy me he acordado mucho de esto porque han dado vuelta y vuelta en nuestro esencial y «confiable» medio de comunicación actual, el Whatsapp, un montón de mensajes de que en las playas de nuestra región se encontraron ostiones contaminados y que había un riesgo mortal en todo aquel que se atreviera a consumirlos. Es curioso cómo fluye la información a manera de teléfono descompuesto y ni siquiera da oportunidad de que alguien aclare qué es lo que está pasando. En una página de noticias sale una cosa y en otra sale otra.

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En este momento no existe ninguna alerta sanitaria al respecto. Al parecer hubo una veda momentánea por un par de días para verificar qué estaba pasando y se levantó al confirmar que no había peligro.

Pero volviendo a la pregunta del título de esta entrada, ¿es seguro comer ostiones?

Como pasa con cualquier alimento, especialmente los crudos, la respuesta es que son relativamente seguros. Obviamente depende de los cuidados que se tienen desde su origen hasta la mesa, o hasta el taco, o hasta la boca. Los mariscos y moluscos como los ostiones pueden contaminarse con bacterias, algunas de ellas parientes del cólera, que a veces pueden provocar infecciones graves. También las algas que se acumulan en estos moluscos pueden producir toxinas que son dañinas. Todas estas enfermedades son más peligrosas en los niños. Por esto se deben mantener medidas precautorias, más aún en una zona donde hace tanto calor como en la nuestra. Y por eso debemos cuidar dónde comemos estos alimentos.

Así que, si te dan asco los ostiones, no los comas. Y si te gustan, procura disfrutarlos en lugares higiénicos.

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¿Comer carne causa cáncer?

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Cuánto furor ha causado una noticia en salud. La nutrición levanta pasiones, sin duda. Los vegetarianos han clamado victoria. Los carnívoros han rondado por las fases del duelo, incluyendo la negación y el enojo. Un amigo se atrevió a decir que la noticia ocasionaría una guerra. Otro invita a una marcha para concientización.

¿Que si cuál fue la noticia? Que comer carne causa cáncer. En específico, que la carne procesada (salchichas, jamón, tocino, etc.) causa cáncer de colon.

¿Quién dice tal cosa? La O.M.S. lanzó un comunicado donde se explica que, después de evaluar más de 800 estudios, incluyendo estudios de larga duración, donde evaluaban a diferentes poblaciones con diferentes dietas, se concluyó que efectivamente, el consumo de carnes procesadas es causa de cáncer.

¿Eso quiere decir que ni yo ni mis hijos pueden comer tocino? ¿ni jamón? ¿ni salchichas? ¿ni pepperoni? ¿ni carne asada? No, no es para tanto. Vamos desmenuzando los números.

Los estudios mencionados concluyeron que comer a diario al menos 50 gramos de estos alimentos (ej. dos rebanadas de jamón al día) por muchos años aumenta el riesgo de cáncer de colon un 18%. Vamos a redondearlo a 20% para hacerlo más sencillo. Cierto, puede sonar alarmante pero éste es un número relativo.

¿Qué significan estas cifras? Se estima que una persona “normal” tiene un riesgo del 5% de padecer cáncer de colon en algún momento de su vida. El 20% de 5 es 1. Esto quiere decir que si nunca comes embutidos tienes un riesgo de cáncer de colon del 5%, y si sí comes muchos embutidos tienes un riesgo del 6%. Ya no suena tan horrible, ¿verdad?

La realidad es que muchos, muchos alimentos que comemos, y muchísimas más cosas con las que estamos en contacto, de alguna manera podrían causar cáncer. Pero tenemos que vivir. Cuidarnos, pero también disfrutar de la vida. ¿Quieres saborear estos alimentos de vez en cuando? Adelante, nomás no lo hagas rutina diaria. 

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Vitamina C y el resfriado común

La vitamina C siempre ha tenido buena fama. Es más, una de las anécdotas más conocidas en la historia del método científico es precisamente cómo se descubrió que unas naranjas pueden curar el escorbuto.

Pero aunque las funciones principales de esta vitamina son proteger a las células, mantener el tejido conectivo que une diversas estructuras y órganos, y ayudar en la cicatrización, muchas personas la conocen más por su supuesta fama de prevenir resfriados.

¿Qué tan cierto es esto? ¿En realidad sirve la vitamina C para prevenir resfriados?

El mes pasado se publicó una extensa revisión que incluye todos los ensayos clínicos que se han realizado con este objetivo. Los autores encontraron al menos 5 estudios en los que participaban personas expuestas a un esfuerzo físico intenso: maratonistas, esquiadores, nadadores y hasta soldados. En estos estudios se vio que la vitamina C efectivamente redujo el número de resfriados de quienes la recibían, en comparación de los que recibían placebo. Pero cuando se analizaron los resultados de estudios donde participaban personas «normales», es decir, gente que no estaba realizando esfuerzos físicos extenuantes ni expuestos a climas bajo cero, no se pudo demostrar que la vitamina C sirva como prevención.

En cuanto a los síntomas, el beneficio parece ser modesto. En niños, parece disminuir la duración del resfriado un 14%. En términos prácticos, esto significa unas horas o un día menos de estar mocoso y sintiéndose mal.

¿Entonces qué hacemos?

No parece prudente, en vista de esta revisión, recetar vitamina C a todos. Aún cuando los efectos secundarios de este suplemento son pocos y raros, pudiera causar dolor abdominal y/o diarrea. Pero si estamos hablando de una persona, un niño, que padece muchos resfriados en el año, o de un adolescente que está entrenando arduamente en el equipo de futbol de su preparatoria, tal vez en ellos podría valer la pena dar un suplemento de vitamina C. ¿Disminuirá las veces que se enfermen? Tal vez. Y posiblemente les durarán menos los resfriados.

No debemos olvidar que las mejores estrategias para prevenir infecciones son vacunarse, lavarse las manos, tener una alimentación sana y balanceada, y mantenerse activo. Si quieres darle un extra de vitamina C a tus hijos, no te olvides que no sólo los cítricos la contienen, también la puedes encontrar en los pimientos, el brócoli, las guayabas, las papayas, y las fresas.

 

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