Hace muchos años vi una película titulada “Sin miedo a la vida”. Es una historia de dos sobrevivientes de un accidente aéreo. Uno de ellos, Max, se vuelve un temerario que cree que es invulnerable. El otro personaje es una mujer, Carla, quien cae en depresión porque en el avión iba sujetando a su bebé pero en el accidente no logra sostenerlo, él fallece y ella sobrevive.
Una escena en particular me quedó muy grabada. Para convencer a la desconsolada Carla de que no fue su culpa, Max la sube a un automóvil, le da una caja de herramientas y le grita que la abrace con toda su fuerza así como lo hizo con su bebé en el avión. Max maneja a toda velocidad, estrella el carro contra una pared y, como era de esperarse, Carla suelta la caja en el impacto. Así se da cuenta que no era posible haber protegido al bebé durante el accidente aéreo.
Recuerdo esa imagen casi a diario al ver a personas sentadas en el asiento delantero del auto, o peor aún, manejando, con su bebé en el regazo. Es tan fácil la tentación de llevarlo adelante y no en una sillita en el asiento trasero, como está recomendado durante toda la infancia, porque lo sentimos más seguro en nuestros brazos, o porque no lo alcanzamos a ver bien si está atrás, o porque no le gusta el asiento de bebé porque no se acostumbró a viajar en él desde que nació, o porque llora en cada alto o semáforo en rojo. Por otro lado, puede resultar conveniente usar pretextos como “voy aquí a dos cuadras”. La realidad es que la fuerza del impacto que se necesita para que nuestros hijos salgan de nuestros brazos y se hagan daño es muy poca.
Los accidentes pasan cuando menos lo esperas sin importarles la distancia a recorrer ni la hora del día. Pero hay formas de tratar de evitarlos, o de al menos reducir el riesgo de lesiones graves. He ahí la importancia del asiento del carro para el bebé y el cinturón de seguridad. Arriba en el avión, Carla no tuvo ninguna alternativa y su tragedia no era prevenible. Pero nosotros sí tenemos la opción al manejar con nuestros hijos. Para Carla hubo tranquilidad cuando se dio cuenta que no hubiera podido hacer nada. Para nosotros, si sucediera algo sabiendo que tal vez se pudo evitar simplemente colocando al bebé en su sillita no nos lo perdonaríamos por el resto de nuestras vidas.
El Dr. Giordano Pérez Gaxiola es pediatra. Dirige el Centro Colaborador Cochrane del Hospital Pediátrico de Sinaloa y consulta en Pediátrica. La opinión expresada en este artículo es personal y no necesariamente refleja los puntos de vista de las instituciones en las que labora.