Siempre lo he dicho. A los dientes se les acusa de todo. Los dientes tienen la culpa de que el niño esté inquieto. Tienen la culpa de que tenga diarrea. ¿Fiebre? Claro, son los dientes. ¿Diarrea? Por supuesto. Los dientes son culpables hasta no demostrar lo contrario.
Dentistas brasileños se dieron la tarea de vigilar niños de 5 a 15 meses de edad, con visitas diarias en sus casas durante 8 meses, para corroborar la erupción de los dientes y su posible asociación con algunos síntomas. En cada visita, primero se les tomaba la temperatura, luego se interrogaba a la mamá sobre síntomas, y finalmente se les revisaba la boca para ver si había cambios en relación al día previo. El orden se hizo así para que no hubiera sugestión de la mamá al responder si escuchaba antes que estaba brotando un diente.
Los resultados apoyan la teoría que tenían nuestras abuelas: se observó un aumento pequeño en la salivación, la irritabilidad, la presencia de diarrea, y disminuyó un poco el apetito cuando les estaba brotando un diente a los niños. Pero que quede claro, no eran síntomas graves. Y en especial debe quedar claro que aunque sí parece haber un aumento en la temperatura corporal cuando brota un diente, este aumento es sólo de 0.1ºC. Nunca llegó a ser fiebre.
Claro, el estudio no es perfecto. La respuesta de las madres al cuestionario sigue siendo subjetiva, y no puede descartarse que exista algo de sugestión o sesgo. Sin embargo, este estudio nos deja claro que los dientes, aunque pueden poner un poco molestos a los niños, nunca dan síntomas graves como fiebre (temperatura > 38ºC).