El hígado es uno de los órganos más importantes del cuerpo humano y con funciones vitales para su desarrollo. Por él circula alrededor de un litro y medio de sangre por minuto y sintetiza elementos importantes como la urea (que interviene en la eliminación de desechos tóxicos), y el fibrinógeno (elemento clave para la coagulación de la sangre); en él se almacenan el glucógeno (vital para el metabolismo), las vitaminas, y además, produce sustancias protectoras y antitóxicas. Produce además la bilis (compuesta de colesterol, sales y pigmentos biliares), la cual se almacena en la vesícula y tiene una función importante en el proceso de la digestión.
El hígado se puede dañar por exponerse a elementos tóxicos (alcohol, plomo, mercurio, etc.), infestarse por parásitos (abscesos producidos por amibas), o infecciones de origen viral.
A la inflamación del hígado se le ha denominado «hepatitis» y, como la causa principal son los virus, a éstos se les ha clasificado como los tipos A, B y C (entre otros).
La hepatitis por virus A se relaciona con alimentos contaminados con heces fecales del humano, el único reservorio de este virus, y México se considera uno de los países con cifras altas de casos y por consiguiente un problema de salud pública. El riesgo alto se concentra en centros infantiles tanto el personal como los niños que asisten a ellos, además de los manejadores de alimentos en general. Los signos y síntomas tempranos de este enfermedad son malestar general, vómitos, dolor abdominal, fiebre moderada y leve dolor de cabeza. Inmediatamente después aparece una orina oscura y las heces se vuelven grises o blanquecinas. Cuando la coloración amarillenta de ojos y piel es evidente el diagnóstico es más simple, pero hay casos que no la presentan y frecuentemente se confunde el diagnóstico. En general, es una enfermedad que escasamente da complicaciones graves y no requiere más que reposo y una alimentación limitada de grasas. No se ha demostrado eficacia con ninguno de los antivirales, pero es importante valorar el daño con pruebas de función hepática y seguimiento estrecho por la posibilidad de complicaciones crónicas. Sin embargo, lo más importante es la prevención, para lo cual existe una vacuna (no disponible todavía en el sector salud) que se aplica a partir del primer año de edad, con una segunda dosis de refuerzo seis meses después.
La hepatitis por virus B y C se transmite fundamentalmente por transfusiones sanguíneas, semen u otros fluidos corporales. De igual manera, el contagio puede ser por agujas contaminadas. En el caso del recién nacido es particularmente importante porque más del 90% de ellos desarrollarán una infección crónica y de éstos, alrededor del 25% evolucionará a un cáncer o cirrosis del hígado.
Para prevenir este temible enfermedad, y secundariamente el cáncer potencial, existe una vacuna que se aplica desde el nacimiento, con dos dosis de refuerzo cada dos meses, con las cuales se alcanza una eficacia de protección hasta del 95%.
Protéjase Ud. y a sus hijos, de enfermedades incapacitantes y potencialmente cancerígenas; la prevención está en sus manos.