Entre un 2% y un 5% de los niños presentan hipertensión crónica. Este trastorno puede ser secundario a una enfermedad renal o endócrina. Sin embargo, en la mayoría de los casos no se conoce una causa identificable. Además, para establecer un diagnóstico de hipertensión en el niño se debe tomar las cifras de la tensión arterial en relación con la edad, el peso y la estatura. Así, se considerará que un pequeño tiene hipertensión cuando los valores estén por encima del percentil 95 para su edad, talla y peso, es decir, que su tensión es superior a la del 95% de los niños con sus mismas características. Además, el diagnóstico se obtendrá sólo cuando se haya tomado ese valor en tres ocasiones diferentes.
El objetivo a alcanzar en un niño con este problema es la normotensión y no sólo el descenso de la presión arterial. Su tratamiento es multidisciplinario, ya que el riesgo de presentarla suele estar acompañado con otros factores como el sobre-peso, la vida sedentaria y otros hábitos de estilo de vida no saludables. De forma que deben modificarse inicialmente los factores asociados, antes de considerar la administración de algun medicamento como elemento de acción directa sobre la presión arterial. Así, el ejercicio físico aumenta el consumo calórico y reduce el peso; pero además, aumenta el riego muscular y por si mismo puede bajar la cifra tensional en 10 mmHg.
El ejercicio debe ser de carácter isotónico, aeróbico (natación, atletismo, tenis, futbol) y en ningún caso isométrico, de sobrecarga o tensión, mediante poleas, pesas y máquinas de sobrecarga, que no deben usarse antes de la conclusión del crecimiento. La reducción de peso contribuye igualmente a la reducción de la presión. La disminución de la sal en la dieta, si bien controversial, aun constituye una recomendación útil para la población general como medida preventiva de hipertensión y ateroesclerosis.
Actualmente se establece que la presión arterial debe determinarse en todo niño mayor de 3 años cuando menos una vez al año.