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La buena y la mala sobre las convulsiones por fiebre

Continuando con el tema de la fiebre, qué tal si discutimos algunas realidades sobre las temidas convulsiones febriles.

La primera es una mala noticia. Sí, la fiebre puede ocasionar que un niño convulsione. Y lo triste del asunto es que no podemos detectar qué niño podría hacerlo. No tenemos ningún examen de laboratorio ni tamizaje que nos ayude. Lo mejor que podemos hacer es interrogar si existe algún familiar cercano que haya convulsionado.

La segunda realidad es decepcionante: los medicamentos para la fiebre no sirven para prevenir convulsiones. Esto es difícil de creer, de entender y/o de aceptar, pero es cierto. Se han realizado estudios usando de manera preventiva ibuprofeno, diclofenaco, paracetamol, o uno después del otro, y se ha visto que los niños convulsionan igual que si sólo se les dan cuando les detectan la fiebre o se sienten mal. Sólo los medicamentos antiepilépticos pueden reducirlas y esos no se los podemos recetar a cualquier niño por sus posibles efectos secundarios.

Ahora sí viene la buena noticia. Aunque las convulsiones febriles simples son aterradoras, en realidad son inofensivas. No causan daño cerebral ni problemas de aprendizaje. Cierto, es un susto que te queda grabado para siempre, pero hasta ahí llega. Por supuesto que todo niño a quien le pase debe ser checado para asegurarse que la causa haya sido sólo la fiebre.

¿Qué nos queda?

Entender que cualquier niño podría convulsionar con fiebre. Aceptar que los medicamentos para la fiebre no las evitan. Aprender primeros auxilios para saber qué hacer. Y centrarse en la causa de la fiebre y la causa de la convulsión.