La mente humana es fascinante. La capacidad de nuestro cerebro, casi ilimitada. Y aún así, sólo podríamos empezar a imaginar cuánto es lo que desconocemos de nuestro mundo y nuestro entorno.
Cuando no conocemos soluciones o remedios, los humanos tratamos de racionalizar las situaciones. Cuando no logramos hacerlo, comienza la magia. Aún si el cerebro no es capaz de entender, la mente puede hacer creer casi cualquier cosa.
Así, la medicina alternativa ha sobrevivido durante tantos años.
Los proponentes de estas prácticas, como la homeopatía, la reflexología, la quiropraxia, la acupuntura, entre muchas otras, abogan que el método científico no aplica a ellos. Defienden que sus prácticas han funcionado en cientos, o miles de gentes, con porcentajes altísimos de curación. Y en muchas ocasiones, son los mismos proponentes los supuestos ejemplos de la eficacia del tratamiento. «Yo lo usé en mí mismo y funcionó».
En casi todos los casos, las pruebas son sólo anécdotas, y los resultados son los mismos que se obtendrían utilizando como tratamiento un placebo. Más allá, si estas terapias realmente funcionan, ¿por qué ningún gobierno en el mundo las utiliza como estrategias nacionales en programas de salud?, o ¿por qué no han ganado ningún premio Nóbel?.
En el entorno local, ¿de cuántos «sobadores» o «curanderos» o «limpiadores» han escuchado? Hay algunos que hasta tienen aires de personalidades famosas. Existen desde masajes mágicos hasta dietas «destoxificantes» o hasta terapias de fotones que curan de todo.
Muchas de estas terapias aparecen y desaparecen por temporadas, como modas. Los «curanderos» surgen de la nada, sin credenciales, sin estudios, sin ningún soporte científico, pero con una facilidad de palabra envidiable para un político. Así cautivan a cientos de personas, les vacían sus bolsillos y desaparecen.
Un ejemplo drástico, reciente, y oído en todo el mundo, de hasta dónde llega esto y de cómo cualquiera puede ofrecer terapias alternativas, es el caso de Radovan Karadzic. El «Carnicero de Bosnia», fugitivo de guerra en Europa por más de 10 años y acusado del genocidio de más de 8000 musulmanes en la antigua Yugoslavia, fue arrestado recientemente. Su identidad secreta durante todos estos años: médico alternativo que ofrecía acupuntura, homeopatía y medicina energética.
Ahora, alguien creyente podría pensar «es cierto, no hay soporte científico, pero si yo creo en él, ¿qué tiene de malo seguir estas terapias?, son todas benignas y me siento bien». Cierto, por ser placebos, en su mayoría no tienen efectos secundarios graves. Pero mal utilizadas sí pueden causar daños o por lo menos pueden retardar que la persona acuda al cuidado médico o a terapias que realmente están comprobadas.
Con todo esto, es importante que como padres responsables tratemos de otorgar a nuestros hijos los mejores cuidados en salud que existan. Si es cierto que la medicina alópata no tiene solución para todo, el método científico es lo que ha provocado avances en nuestra calidad de vida. No se dejen engañar por tratamientos mágicos y milagrosos, y tomen con sospecha los remedios antiguos o tradicionales que les recomienda «la comadre». Es mejor tratar de informarse bien antes de acudir a alguna terapia alternativa, por más benigna que aparente.