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Consideraciones sobre los bloqueadores solares

Como reloj bien sincronizado, las notas amarillistas que aparecen en Facebook se reciclan cada temporada. En este verano, la estrella es una noticia con fotos de niños canadienses con quemaduras, ampollas o enrojecimiento intenso de la cara, supuestamente ocasionados por aplicarles bloqueador solar de la marca Banana Boat. Las imágenes y las historias impresionan. Pero nunca se comprobó que el protector que les pusieron haya sido la causa. Obviamente, las familias juraban que así fue, la compañía que no, y algunos dermatólogos especulaban que en realidad los niños tenían una dermatitis alérgica que había sido empeorada por la exposición al sol.

Los protectores solares son recomendables porque reducen el riesgo de quemaduras severas, las cuales a su vez pueden aumentar la posibilidad de cáncer de piel. De acuerdo a la Academia Americana de Dermatología, también son seguros (1). Sin embargo, quienquiera que haya querido aplicarle bloqueador a su hijo sabe las dificultades prácticas que esto implica. Alguna vez oí la analogía de que es como querer ponerle crema a un cocodrilo que se está queriendo escapar.

Vámonos por partes. El problema con el sol son los rayos ultravioleta (UV). Hay de dos tipos. Los rayos A (UVA) son los que te envejecen y arrugan la piel. Y los rayos B (UVB) penetran las capas más superficiales de la piel, te queman más, dañan más las células y causan cáncer. Entonces, el bloqueador debe proteger contra ambos.

Luego está el factor de protección solar (FPS). Las academias pediátricas recomiendan que al menos sea de 30 porque con este FPS ya se bloquea el 97% de los UVB. Pero también venden bloqueadores con FPS de 50, y hasta de 100. Eso no quiere decir que se aumente la protección al doble o triple. Y por lo tanto, es más un truco publicitario que un verdadero beneficio. Cualquier bloqueador con FPS entre 30 y 50 está bien.

En cuanto a marcas, una agencia sin fines de lucro estadounidense hace una revisión de los bloqueadores disponibles allá (2). Todas las marcas populares que tenemos acá tienen productos tanto en los “mejores” como en los “peores” de esa lista. Aquí en México no tenemos ningún comunicado oficial para escoger alguno en especial, ni tampoco para informar que alguno sea nocivo. Lo que parece estar claro es que la crema es mucho mejor que el spray.

Después viene el problema de cuándo ponerlo. El bloqueador debe aplicarse al menos 15 a 30 minutos antes de exponerse al sol o meter al agua (3). Y bueno, cuántas veces se nos olvida esto y apenas se los embarramos justo antes de que se echen un clavado en la alberca. Y ahí no se acaba la cosa. Se debe estar repitiendo cada dos horas. Levante la mano quién hace esto de forma estricta y sin consideraciones. ¿Nadie? ¿Hola? ¿Hay alguien ahí?

Finalmente, debemos enfatizar que el bloqueador solar es sólo una de las barreras contra el sol, que no es infalible y que no debemos de dejarle todo el trabajo. Hay que planear las actividades alrededor de las horas con más sol, y también usar camisas, sombreros o cachuchas y lentes oscuros. Y si vamos a visitar arrecifes de coral u otros santuarios naturales, los bloqueadores biodegradables son la mejor opción.

  1. Academia Americana de Dermatología. Is sunscreen safe? 2018.
  2. Environmental Working Group. EWG’s 12th Annual Guide to Sunscreens. 2018.
  3. González Rodríguez MP. Fotoprotectores ¿Cuál utilizar?. EnFamilia Academia Española de Pediatría. 2015.
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Mitos y realidades Prevención

Si tiene mocos, ¿se puede vacunar?

¿Cuántas veces les ha pasado? Después de hacer malabares para poder ir a la clínica o al centro de salud para vacunar a tu bebé, y después de esperar más de lo que creías, finalmente es tu turno y resulta que no quieren vacunar al niño porque tiene mocos. Frustrante, ¿verdad?

¿Son los mocos una contraindicación para poner las vacunas? En realidad no, pero es una precaución.

Las contraindicaciones son situaciones en las que la persona tiene un riesgo más alto de presentar una reacción adversa grave al ponerle una vacuna. Estas condiciones son variadas, dependen de cada persona y también del tipo de vacuna. Por ejemplo, un niño con una inmunodeficiencia grave (en la que sus “defensas” no funcionan bien) no debe recibir una vacuna hecha con un virus atenuado como la triple viral que se pone al año.

Las precauciones, en cambio, son situaciones en las que podría haber una confusión para hacer un diagnóstico, o en las que podría comprometerse la capacidad del cuerpo para producir anticuerpos.

Si un niño comenzó con mocos, y lo vacunan y presenta fiebre, ¿cuál es la causa? ¿Tiene fiebre porque tiene una infección respiratoria o sólo es un efecto leve de la vacuna?

El dilema se complica con los niños de guardería que tienen moco eterno. En ellos, si quisiéramos esperar a que se libren al 100% de los mocos, todas sus vacunas se retrasarían.

Entonces, ¿cuál es el mensaje? Debemos mantener una buena comunicación con el equipo de salud. El médico puede verificar si el moco que tiene un niño que acude a guardería es debido a un proceso agudo en el cual es mejor esperar un tiempo antes de vacunar. Si se trata de algo alérgico o es lo que queda de un cuadro que ya se está resolviendo, se puede dar luz verde para su vacunación.

Y debe quedar claro que las contraindicaciones y las precauciones pueden ser temporales. Si no se puede hoy, tal vez se pueda mañana (o meses o años después).

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Prevención

Uso del casco desde el primer triciclo

¿Cuál es tu impresión al ver a un niño de unos dos o tres años montado en un triciclo, o en una bicicleta con llantitas entrenadoras, usando un casco? ¿Es sobreprotección por parte de los papás o está bien que usen casco desde chiquitos?

Si el niño pequeño va lento en su triciclo por una acera plana, ¿necesita protección en la cabeza? La realidad es que es muy poco probable que tenga un accidente serio. Pero de eso no se trata. El objetivo principal de enseñar a los niños a que lo usen desde temprana edad es formarles el hábito.

A principios de este año se publicó una revisión sistemática que incluye 40 estudios evaluando la efectividad de los cascos en personas que andan en bicicletas (1). Treinta y cuatro de esos estudios incluyeron niños. En dicha revisión se encontró que, comparado con personas que no lo usan, el casco reduce 51 por ciento las lesiones en la cabeza, 69 por ciento las lesiones craneales graves, 33 por ciento las lesiones en cara, y 65 por ciento las lesiones mortales. Estos números son dramáticos, replican lo encontrado en revisiones previas (2) y deberían ser suficientes para convencernos. Pues no es así. Triunfa el “no pasa nada” sobre la prevención.

En recientes años, grupos grandes de personas de todas las edades se han apoderado de las calles de nuestra ciudad una y otra vez. Es aplaudible el esfuerzo de muchos para aumentar la actividad física aún con las elevadas temperaturas y con la -falta de- cultura vial. Pero si ya estamos intentando hacer algo saludable, no hay que quedarnos a la mitad.

Hay diferentes estrategias para incrementar la utilización del casco. Las campañas publicitarias y/o educativas tanto en comunidades como escuelas sirven (3). Y se supone que también ayuda la implementación de leyes para su uso (4). Sin embargo, esas intervenciones requieren esfuerzos a grandes escalas.

En lo individual podemos poner nuestro granito de arena. Enseñémosles a nuestros hijos a usar el casco desde el primer momento que se trepan a una bicicleta. Es más, aprovechemos el momento porque a esas edades se parecen a la Hormiga Atómica y queda la foto para el recuerdo.

1. Olivier J, Creighton P. Bicycle injuries and helmet use: a systematic review and meta-analysis. Int J Epidemiol. 2017 Feb 1;46(1):278-292.

2. Thompson DC, Rivara F, Thompson R. Helmets for preventing head and facial injuries in bicyclists. Cochrane Database of Systematic Reviews 1999, Issue 4. Art. No.: CD001855.

3. Owen R, Kendrick D, Mulvaney C, Coleman T, Royal S. Non-legislative interventions for the promotion of cycle helmet wearing by children. Cochrane Database of Systematic Reviews 2011, Issue 11. Art. No.: CD003985.

4. Macpherson A, Spinks A. Bicycle helmet legislation for the uptake of helmet use and prevention of head injuries. Cochrane Database of Systematic Reviews 2008, Issue 3. Art. No.: CD005401.

Artículo publicado en Noroeste

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Prevención

Multas para prevenir enfermedades o accidentes

La implementación de comportamientos para prevención en salud es difícil porque todos percibimos los riesgos de manera distinta y a veces ilógica. Manejamos hablando por celular o chateando porque no sentimos que aumente el riesgo de un accidente automovilístico. Peor aún, la conducta de avisar dónde hay retenes en las noches para que no te “agarre el alcoholímetro” es una clara muestra de que no se percibe el peligro de manejar bajo los efectos del alcohol. Por eso tampoco usamos casco, ni subimos a los puentes peatonales, ni usamos cinturón de seguridad, ni condón para prevenir infecciones transmisibles o embarazos no planeados. Igualmente, hay personas que dejan de vacunar porque sienten que esas enfermedades ya ni existen (paradójicamente, ya no las vemos gracias a las vacunas).

Una de las maneras de forzar al público a que tome actitudes preventivas es multando. Las leyes de tránsito en casi todo el mundo incluyen multas por no usar cinturón, por manejar alcoholizado, por no usar casco, etc. Siguiendo esta lógica, y debido a las recientes epidemias de sarampión, Italia y Alemania comenzarán a multar a las familias que no vacunen a sus hijos por creencias personales. En el 2016, después de una epidemia de sarampión en Disneylandia, en California se tuvo que aprobar una ley que obliga a cumplir con la cartilla de vacunas para que los niños puedan asistir a las escuelas. Esto ayudó a que la tasa de vacunación aumentara en el siguiente ciclo hasta niveles que no veían desde el 2001.

Qué diferente es en nuestro estado. El viernes pasado, el DIF Sinaloa lanzó una campaña donde se entregaron unas cunas de cartón que incluían (además de otros beneficios) una cartilla de vacunación y al parecer se les entregará un “premio” cuando las familias regresen a los 6 meses con sus vacunas completas. No está definido cuál será el incentivo, pero la estrategia está clara, en vez de multar o imponer se está tratando de dar retroalimentación positiva para mantener las buenas coberturas de inmunización en las comunidades rurales. Ojalá la Secretaría de Salud considere acciones similares en los entornos urbanos donde al parecer hay mayor rechazo hacia las vacunación.

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Mitos y realidades Prevención

Se te fue por el camino viejo

Todos, en algún momento de nuestras vidas, nos hemos ‘ahogado’ al estar bebiendo algo. Cuando esto pasa, comienzas a toser desenfrenadamente y hasta te lloran los ojos. Una sensación bastante desesperante. Hay dos expresiones al respecto:

Se te fue por el otro lado”
“Se te fue por el camino viejo”

La primera es fácil de entender. En el cuello tenemos dos ‘tubos’ principales. Uno para respirar (laringe/tráquea) y otro para la comida (esófago). Entonces, cuando el líquido que ibas a tragar se te va a la laringe en vez del esófago, “se va por el otro lado”.

La segunda expresión no la entiendo ni conozco su origen.

Ahora, en la situación descrita arriba lo que pasa es que la laringe tiene receptores que detectan cualquier cosa que no sea aire que toque el sistema respiratorio. En cuanto una gota de saliva, o de cualquier bebida toca estos receptores, se activa el reflejo de la tos, el cual es un reflejo primitivo que busca evitar que no nos broncoaspiremos y que expulsemos cualquier cosa líquida o sólida haya entrado ahí. Básicamente es un reflejo de supervivencia.

La mejor manera de ayudar a alguien se ‘ahoga’ con un poco de bebida es dejarlo toser. Esto incluye a los bebés cuando están tomando biberón. De nada sirve levantar al niño como Rafiki a Simba en El Rey León. Tampoco sirve aplaudirle en la cara, ni jalarle las orejas, ni subirles los brazos, ni soplarle en los ojos. Lo que lo va ayudar a recuperarse es su propia tos.

Habiendo dicho esto, siempre debemos estar preparados. Una gota de saliva, leche o refresco no harán daño. Pero un objeto sólido (juguetes, alimentos y todo lo demás que se llevan los niños pequeños a la boca) sí podría obstruir por completo la vía aérea y poner en peligro una vida. Eso sería un verdadero atragantamiento. En estas circunstancias, si la tos no es suficiente, tendremos que emplear la famosa maniobra de Heimlich que se ve en las películas o las maniobras específicas para los niños menores de un año. He ahí la importancia de saber primeros auxilios.

El Dr. Giordano Pérez Gaxiola es pediatra. Dirige el Centro Colaborador Cochrane del Hospital Pediátrico de Sinaloa y consulta en Pediátrica. La opinión expresada en este artículo es personal y no necesariamente refleja los puntos de vista de las instituciones en las que labora. 

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No lo pongas en su sillita, está cerca

Hace muchos años vi una película titulada “Sin miedo a la vida”. Es una historia de dos sobrevivientes de un accidente aéreo. Uno de ellos, Max, se vuelve un temerario que cree que es invulnerable. El otro personaje es una mujer, Carla, quien cae en depresión porque en el avión iba sujetando a su bebé pero en el accidente no logra sostenerlo, él fallece y ella sobrevive.

Una escena en particular me quedó muy grabada. Para convencer a la desconsolada Carla de que no fue su culpa, Max la sube a un automóvil, le da una caja de herramientas y le grita que la abrace con toda su fuerza así como lo hizo con su bebé en el avión. Max maneja a toda velocidad, estrella el carro contra una pared y, como era de esperarse, Carla suelta la caja en el impacto. Así se da cuenta que no era posible haber protegido al bebé durante el accidente aéreo.

Recuerdo esa imagen casi a diario al ver a personas sentadas en el asiento delantero del auto, o peor aún, manejando, con su bebé en el regazo. Es tan fácil la tentación de llevarlo adelante y no en una sillita en el asiento trasero, como está recomendado durante toda la infancia, porque lo sentimos más seguro en nuestros brazos, o porque no lo alcanzamos a ver bien si está atrás, o porque no le gusta el asiento de bebé porque no se acostumbró a viajar en él desde que nació, o porque llora en cada alto o semáforo en rojo. Por otro lado, puede resultar conveniente usar pretextos como “voy aquí a dos cuadras”. La realidad es que la fuerza del impacto que se necesita para que nuestros hijos salgan de nuestros brazos y se hagan daño es muy poca.

Los accidentes pasan cuando menos lo esperas sin importarles la distancia a recorrer ni la hora del día. Pero hay formas de tratar de evitarlos, o de al menos reducir el riesgo de lesiones graves. He ahí la importancia del asiento del carro para el bebé y el cinturón de seguridad. Arriba en el avión, Carla no tuvo ninguna alternativa y su tragedia no era prevenible. Pero nosotros sí tenemos la opción al manejar con nuestros hijos. Para Carla hubo tranquilidad cuando se dio cuenta que no hubiera podido hacer nada. Para nosotros, si sucediera algo sabiendo que tal vez se pudo evitar simplemente colocando al bebé en su sillita no nos lo perdonaríamos por el resto de nuestras vidas.

El Dr. Giordano Pérez Gaxiola es pediatra. Dirige el Centro Colaborador Cochrane del Hospital Pediátrico de Sinaloa y consulta en Pediátrica. La opinión expresada en este artículo es personal y no necesariamente refleja los puntos de vista de las instituciones en las que labora. 

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Peor que el Grinch

Claro que sí, hay peores enemigos de la navidad para un niño y su familia  que el Grinch  (que quizás ni existe). Estos son los enemigos de los que les quiero pedir  que tomen simples  precauciones  para evitar que les arruinen esta navidad a sus pequeños.

Cacahuates: Tan pronto como inician las posadas esta botana estará  por todas partes y al alcance  de los pequeños principalmente  menores de 3 años  que también buscaran compartir el momento.

A pesar de que la aspiración de cacahuates y otros objetos pequeños provoca asfixia y muerte  cada año en muchos pequeños, este número se triplica durante las fiestas navideñas , siendo la prevención la mejor manera de evitar  un daño cerebral o muerte por asfixia en estos curiosos pequeños.

Cuetes, palomitas y otra pirotecnia: Tristemente cada año acuden a las salas de urgencias de todos los hospitales  niños con severas e incapacitantes quemaduras  que harán de esta navidad un episodio triste y doloroso que perdurara de por vida.

Ingesta de Pilas de Botón o de reloj: Antes solo los relojes contenían estas pilas pero ahora las usan una gran cantidad de juguetes  que son regalados en fiestas y piñatas, de manufactura barata por lo que cualquier niño sin dificultad  puede sacar  mordiendo o golpeando el juguete, estas pilas pueden provocar daños severos de las  vías aéreas y digestivas  en solo algunos minutos llegando a producir perforación y muerte  cuando quedan alojadas en vías respiratorias o el esófago.

Quemaduras  por líquidos: Durante estas fiestas  aumenta considerablemente el número de niños quemados  por hornillas, asadores,  discos para freír pescado,  menudo, pozole  etc.

Algo que disfrutamos en esta época es la comida  y si es variada mejor aún, esto satura las hornillas de la estufa y predispone a que los niños pequeños tengan la oportunidad de jalar hacia ellos el sartén o cazuela con alimento hirviente.

El uso de fogatas, discos, freidoras al aire libre incrementa el número de niños que en su juego corren y caen en carbón o  se vacían el pozole etc. etc. Ha ocurrido tantas veces  en esta época y en  tan diferentes situaciones  que debemos estar pendientes de todo lo que puede representar un peligro para los niños.

Traumatismo craneoencefálico

Si el niño Dios, Santa o los Reyes magos traen bicicletas, patines, Hoverboard etc… Asegúrense de que sus hijos también les pidan el casco correspondiente, nuestras salas de urgencia y terapia intensiva se satura con niños con fracturas  y trauma craneal severo con consecuencias permanentes.

No dejemos que estos peligros arruinen la Navidad,   no descuidemos a los niños, si bien hay veces que no podemos evitar los accidentes, si  podemos disminuirlos y no lamentar   fatales consecuencias.

 

Dr. Carlos A. García Bueno
Gastroenterólogo Pediatra.